No resulta complicado para cualquier visitante, en una mañana clara de casi final de verano, al contemplar la conversión del Guadalquivir en mar, a los pies de Sanlúcar de Barrameda, por un lado, al regazo de Doñana, por otro, imaginar a aquellos marineros que viajaban en los cinco navíos que componían la flotilla que se encontraban justamente en ese mismo lugar hace casi 500 años, anhelantes de aventuras y riquezas, y expectantes ante el mayúsculo reto que emprendían y que, aunque ellos entonces no lo supieran, rubricaría la mayor hazaña marítima de la historia, al tiempo que la comprobación empírica de la redondez de la Tierra.
La desembocadura del Río Grande, en la tierra que fue de Tartessos y Argantonio, en las proximidades de la Gades romana, del templo de Hércules, tradicionalmente vinculada a la mítica Atlántida, había servido ya de partida de no pocas expediciones que, promovidas por la Corona, se dirigían hacia el mundo mágico e ignoto que se abría tras la mar, aventuras repletas de marineros llegados de todas partes con ansias de riquezas y hallar “cosas admirables”, que dirá Antonio Pigafetta.
No podrá acaso el visitante sino imaginar el entonces crepitar de la madera de los barcos, los gritos de los marineros más vocingleros en las labores del desatraco, las velas golpeadas por el viento, el agua rompiéndose contra los cascos de las embarcaciones. Cinco siglos después, el final del río que fluye entre Doñana y Sanlúcar de Barrameda se prepara para recordar la mayor gesta marítima de la historia. La época de los viajes a través de todos los grandes mares del planeta, en la que el hombre toma conciencia de que está capacitado para emprender los retos más ambiciosos, se nos antoja hoy como muy alejada de nuestra tecnología presente, que hace que el trayecto que durante casi tres años recorrieron aquellos marinos pueda ahora hacerse con suma celeridad.
La aventura de la expedición que inicialmente dirigió Fernando Magallanes, y que concluyó al mando del marino español Juan Sebastián de Elcano, nos abre, además, una plétora de oportunidades para, aprovechando las muchas connotaciones del viaje de hace cinco siglos, emprender proyectos conformes a cuantas necesidades económicas, culturales, investigadoras, antropológicas se concitan hoy en día; unir mundos de muy diversa idiosincrasia desde el punto de vista de la concordia y el empeño común en pos del conocimiento y la cultura; rendir homenaje a quienes abrieron sendas impensables en campos como el comercio o las rutas marítimas; infundir el espíritu renacentista de creencia en el hombre como motor de un mundo más justo y avanzado, como mecanismo para engrandecer el conocimiento en tantas materias.
Sanlúcar no quiere en modo alguno dejar pasar esta oportunidad. Nuestra pretensión, más allá de recordar y difundir la hazaña protagonizada por la nao Victoria y su capitán Juan Sebastián Elcano, es relanzar la estrecha relación de Sanlúcar con el acontecimiento, a la vez que propulsar, desde diversos puntos de vista, un futuro modelo de ciudad. Desde esta perspectiva, se quiere que la conmemoración comporte la llegada de nuevos proyectos turísticos; de empresas que trabajen especialmente en la innovación, que impulsen nuevos sectores productivos; que se recuperen espacios culturales para el fomento del conocimiento; que se mejoren las infraestructuras; que se promuevan las nuevas tecnologías; que se incida en el respeto ambiental en cada una de las actuaciones futuras, etcétera.
Desde el Ayuntamiento se trabaja para que este proyecto se materialice de aquí a 2019 y para ello busca contar con el mayor apoyo posible de la sociedad sanluqueña. En este último aspecto hace un año ya, se creó una comisión asesora para la conmemoración de esta gran efeméride con la intención de que los diferentes colectivos de la ciudad aporten sus ideas y hagan llegar sus opiniones. Dentro de esta comisión asesora cabe destacar la labor de la mesa de trabajo denominada como “didáctico-pedagógica”, encargada de trabajar con los centros educativos de primaria y los institutos de enseñanza secundaria en la realización de una unidad didáctica capaz de transmitir a los alumnos, que son el futuro de esta ciudad, la importancia de los hechos que vamos a conmemorar entre 2019 y 2022 y tratar además de transmitirles la dimensión del papel que jugó Sanlúcar en el desarrollo de la modernidad como puerto de embarque hacia las Indias.
Pretende la conmemoración de la Primera Circunnavegación, además, que la provincia de Cádiz continúe siendo un referente histórico de primer orden, prolongar el trabajo que se ha venido desarrollando desde hace años con motivo de la proclamación de la Constitución de 1812. Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, la conexión y entendimiento que con las naciones iberoamericanas ha robustecido el Bicentenario debe ser reforzado durante los próximos años.
Sanlúcar entiende que la celebración de la conmemoración debe tratarse como “un asunto de Estado”, como también lo fue en 2012 y en los años previos, el segundo centenario de la proclamación de la Constitución de Cádiz, es decir, que se ha de dispensar, por parte de todas las administraciones, el más firme compromiso independientemente de que el gobierno sea, en cualesquiera de las instituciones, de una u otra fuerza política. Todo ello, además, teniendo en cuenta que hasta 2019 han de producirse diversos procesos electorales en cada una de las administraciones implicadas, que en modo alguno han de comportar merma en el apoyo que debe prestarse a esta efemérides.
A todo este apoyo institucional hemos de unir aquel procedente de la iniciativa privada que, al tiempo de mostrar su respaldo al espíritu de este proyecto internacional, puede indagar en nuevos caminos para ampliar sus iniciativas comerciales más allá de unos límites geográficos ya extinguidos gracias a la nueva amplitud de las nuevas tecnologías. Empresas de muy diversos ámbitos, conjuntamente con el apoyo de fundaciones, obras sociales de distintas entidades, respaldan, con sus aportaciones de diferente naturaleza, este proyecto. Nos hallamos, así pues, en el inicio de un apasionante reto que, como el espíritu renacentista que unió al ser humano de siglos pasados en la creencia del hombre como motor de la historia y de su futuro, concitará sinergias conforme al nuevo humanismo en el siglo XXI, entendiendo tal como la reafirmación de la apuesta por los nuevos hombres y mujeres que conviven a principios de la presente centuria, que presenta con el mayor crecimiento exponencial de la tecnología de toda la historia, impulsora de los cambios más importantes vividos por el ser humano hasta el día de hoy.